domingo, 15 de mayo de 2011

Las Amantes de Marienburgo. Capitulo 1

No ha podido dormir en toda la noche y ya amanece.

El sol se muestra como un círculo de fuego que derrama una luz rojiza sobre el horizonte.

Un mar de sangre, piensa Kali, una señal tal vez.

Siente un escalofrío. Su cuerpo desnudo se estremece. Se cubre tan sólo una capa de pura seda india. Su tacto la reconforta levemente. Una de sus prendas más valiosas. Y su favorita. Se la había regalado Ibrahim, su amado esposo, el día que nació su hijo Héctor.

¡Maldito bastardo testarudo y orgulloso! Le había rogado que abandonase esa estúpida idea, pero no, él tenía que demostrar su valor y su arrojo.

-Necesito aventura, -le dijo con la risa bailando en sus ojos, sus preciosos ojos oscuros-, necesito desentumecer mi cuerpo y mi espíritu.

Y les había convencido, a todos ellos, a todo su grupo de estúpidos amigotes, para ir ¡a Mordheim!

Maldita sea, aunque como buenos Marienburgueses estuviesen hechos a las armas, no son auténticos soldados….., tan sólo comerciantes, padres, esposos y amantes.

No regresaron. Había intentado contratar una expedición que fuese en su busca, pero en esta ocasión ni todas sus riquezas habían sido suficientes.

Habían estado llegando rumores e historias. Se decía que desde hacía dos lunas, la piedra bruja estaba aflorando a las calles de Mordheim, y que por las noches, toda la ciudad brillaba envuelta en una amenazante bruma verdosa…. Y eso estaba atrayendo a la ciudad a lo peor de este mundo.

El único superviviente de una caravana arrasada por una banda de hombres bestia, describió, antes de sucumbir a la locura, imágenes que ahora turban el sueño de los Marienburgueses.

Se empiezan a susurrar historias sobre los misteriosos elfos oscuros, los temidos drachii, asesinos refinados y crueles. Las viejas cuentan historias de niños raptados y las madres lloran acurrucadas a sus hijos.

Dicen que de las heladas tierras del norte están bajando bandas de kislevitas, mitad hombres, mitad bestias. Ya nadie deja el ganado suelto por las noches.

Los viajeros que llegan del este aseguran haber visto pasar a los fantasmas del desierto, los terribles sarracenos. Si no fuesen a por algo importante, no estaríamos vivos, aseguran con los ojos dilatados por el miedo.

Un marinero del “Vieja Dama”, que llegó la semana pasada tras cruzar el Océano Oscuro, relata con voz temblorosa cómo un bajel de velas negras pasó por su borda. Los piratas de Melniboné, sin duda. El resto de buques ha decidido retrasar su salida del puerto.

Y el Padre Orsoon jura entre temblores y mientras se santigua compulsivamente, que en el cementerio hay tumbas removidas. Y que una sombra alada se asomó a su ventana y le llamó… es el Señor de los Muertos, no hay duda, tartamudea, Él también se dirige a la Ciudad Maldita.

En las calurosas noches de verano en Marienburgo ya no corre el aire, todas las ventanas están cerradas.

Nadie vive ya tranquilo en la ciudad.

Y por supuesto, nadie va a salir en busca de Ibrahim y los demás… ¡malditos cobardes!

Sólo queda una posibilidad, sólo una.

Lentamente, Kali se quita la capa de seda, la dobla cuidadosamente y la guarda en su cómoda. Sabe que no la usará en mucho tiempo.

Se viste con unos pantalones de suave terciopelo verde y camisa de seda blanca, su único lujo para este viaje. Chaleco de cuero de urg y botas altas del mismo material. Una cota de malla ligera, el camino será largo. Finalmente un recio abrigo de viaje de color oscuro. Y Barbarizadora. El dinero ahora no puede comprar a los hombres, pero aún puede comprar su trabajo. Y esta espada de acero valkyrio y doble filo es lo mejor que se puede ver hoy en Marienburgo.

El tacto de una espada no le es desconocido, no en vano desciende de una familia de guerreros.

Alguien llama suavemente a la puerta.

-¿Kali? Estamos listas.

Es Stella, una de sus mejores amigas. Su esposo, Elric, es a su vez el mejor amigo de Ibrahim. Y por supuesto, marchó con él y ha desaparecido con él.

Con ella aguardan las demás; Marie, Iluna, Maiwa, Anna, Inga, Elyn, Hendrikka, Nada, Alexia, Valeria y Kira.

Ninguna de ellas es en verdad guerrera, pero hace ya mucho tiempo que, animadas por Kali, cabalgan juntas, practican el tiro con arco e incluso la esgrima.

Y tienen un arma mucho más poderosa que ninguna otra sobre este mundo.

El amor. Si nadie más lo hace, ellas irán a buscar a sus hombres.

Kali se inclina sobre la cuna donde duerme su hijo y le besa suavemente en la frente.

-Héctor- susurra- mi corazón me dice que papá aún vive. Le traeré de vuelta, te lo juro.





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